miércoles, 8 de septiembre de 2010

La vida no tiene por qué ser tan complicada...

Creo que a medida en que crecemos, la vida debería ser más fácil pero, al parecer, nosotros la complicamos más de lo debido.

En retrospectiva, me acordé de cuando todo era simple en mi vida. Ok, creo que nunca lo ha sido del todo, pero observé mi habitación y noté las cosas que viven en él (aparte de mí, por supuesto). De pronto imaginé que tal vez todo sería más lindo si tan sólo tuviera un catre para dormir, una mesita baja para colocar algunos libros y una caja de cartón para guardar mi ropa.


As simple like that…


Yo supongo que tendría como 6 o 7 años cuando mi familia y yo nos mudamos a nuestra propia casa y por fin tuve mi propio cuarto. También recuerdo que mi mamá se esmeró en que éste fuera realmente lindo: tenía un catre con delicada colcha de niña, un buró con mantel de encaje, mi clóset con mucho espacio libre y una base-mesa de metal como tocador improvisado en el que se apoyaba un espejito. Luego compraron un juguetero que se fijaba en la pared y ahí pusieron todas mis muñecas (que he de confesar que no eran pocas).


Todo era tan sencillo, tan…simple.


También recuerdo que me la pasaba horas sentada frente al tocador porque me encantaba la sillita de madera que me habían comprado. Era, la sillita, una pieza de madera sin barniz, sin chiste, sin más diseño que el que servía para sentarse. Simple.


Luego llegó una tv blanco y negro a la que le tenías que sintonizar UHF o VHF para ver ciertos canales. Recuerdo que me emocionaba el tener ese aparato en mi cuarto y, cuando pasé a sexto, ese “sueño” se hizo realidad pues había salido en el cuadro de honor (ñoña).


Las noches eran sumamente emocionantes, a eso de las 10 fingía dormirme y a las 12 en punto giraba con especial delicadeza la perilla para encender el televisor y ver las películas que pasaban en el 11. Era tanto el afán por no ser descubierta (y obvio, que no me apagaran la tele) que bajaba todo el volumen y pegaba la oreja a la caja para escuchar. Gracias a esto, a mis 10 años, vi películas como Freaks o House of Wax.






Durante el día amaba tirarme al catre y leer algo mientras mis pies descalzos colgaban. El catre era maravilloso, cada que uno se volteaba sonaba como si fuera parte de una maquinaria y no sólo fuera yo la que se movía. A veces mi mamá le ponía perfume a las sábanas. Eso me gustaba mucho.


Being complicated…


Ahora, nadie más cuida que mi vida sea simple. Es responsabilidad mía y creo que no lo estoy haciendo muy bien pues me empeño en hacerla complicada. Me he comprado infinidad de cosas que adormecen mi tiempo: tengo una cama con la que no puedo colgar los pies a la hora de leer; un tocador en el que coloco cosas que luego ni uso; un escritorio lleno de plumas, lápices y cosas de escritorio que me son útiles, pero que me ocupan espacio; toda una serie de aparatos para ver dvd’s, escuchar cd’s, sintonizar la tv por cable, comunicarme en distintas formas; una silla giratoria para hacer llevadera las horas frente a la computadora; repisas y un librero para poner cantidad de cosas que leí, leo o que estoy por leer…so complicated.


Justo ahora, siento ganas inmensas de sacar todo lo que no me es vital; creo que empezaré por el tocador y la tv...

Y ustedes, ¿de qué prescindirían para no sentirse tan complicados?

jueves, 2 de septiembre de 2010

Q.E.P.D.

En verdad me pesa su partida...

Yo, Germán Dehesa, aquí me quedo y me quedaré siempre. Tengo dos razones muy sencillas:
a) Yo soy de aquí y lejos de aquí moriría como loto desmayado y
b) ¿A dónde voy que más valga?, ¿a causar lástima en otro país?, ¡niii madre!

¿Que ahora permanecer aquí requiere de una dosis mayor o menor de valentía? Pues nos la echamos. Sería una infamia que no lucháramos hasta el último esfuerzo por arrebatarle a los felones la posesión y usufructo de México.


– Germán Dehesa (México D.F. 1944 - 2010)