lunes, 7 de marzo de 2011

No viniste

Recuerdo que una vez alguien me dijo que el que nada espera tiene menos probabilidades de desilusionarse. Confieso que le creí un poco y pensé que no debía esperar nada de nadie. Luego, me di cuenta de que era absurdo y decidí esperarlo todo.

El terreno donde esperar se vuelve un deporte de alto riesgo es en el del amor: esperar puede significarlo todo. Es en la espera amorosa donde se juega uno la vida o la muerte (como bien lo apuntó ya un poeta: “Quien ama más de una vez, también morirá muchas veces”).

Yo arriesgué mi vida en una metáfora sin conocer que ésta sería como aquel tigre que caminaba despacio entre los cristales de la Bohemia en la Cosmología esencial de Rafael Pérez Estrada. Y así, en un perfecto cuadro cinematográfico, estaba yo esperando una tarde de jueves a que el tigre-metáfora regresara a mis ojos. Por supuesto, no lo hizo.

Ahora pienso que, para completar el cuadro, alguien tendría que haberme dicho: ¡No lo mires, es sólo una metáfora, y los ojos de las metáforas contagian falsas emociones poéticas!



2 comentarios:

Anónimo dijo...

Cierto ha sido de sabio esperar,
púes con ello llegá el amor, y no sólo en andares de viejos caminos,
sino también en fríos recuerdos.
Podemos saber de un mundo, que dentro de las entrañas, guardará íntimos secretos, que ni ha susurros cederá lo mejor.
O podemos recorrer viejos lugares donde lo que algún día era "todo",
ahora es simplemente un "despues".
Simplemente, será tomar al ritmo de la mano y no dejarlo caer.

La Insomne dijo...

Anónimo:

Hermosas palabras me has dejado en este espacio. Tomar la mano, a veces la propia, a veces la que nos ofrecen.

No dejar de esperar que algo ha de venir.

Un abrazo.